(09 Feb 1998)
Rafael Rey Rey
El gobierno interviene en materia de política poblacional como un medio para evitar la pobreza y la escasez de recursos. Sostiene que la mayor población es causa de mayor pobreza. Por lo tanto, dice el gobierno, queremos menos población. Especialmente necesitamos que quienes hoy son pobres, sean los que menos hijos traigan al mundo.
Políticas estatales como la referida son moralmente cuestionables, lógicamente incorrectas, y empíricamente falsas.
¿Por qué son moralmente cuestionables?
No es moralmente aceptable que para eliminar el problema de la pobreza se elimine a los pobres, que se desinforme o malinforme a quienes se recomienda o administra métodos anticonceptivos, y que se transfiera información insuficiente sobre la naturaleza de la situación poblacional del país o del mundo. Es moralmente inaceptable que se trafique con medias verdades, con afirmaciones no comprobadas, y con la ignorancia y buena fe de las personas. La manipulación de la confianza de la gente en las autoridades o en los médicos es un abuso.
Es inmoral que en nombre de supuestas verdades se adopte políticas nacionales, y más inmoral que se obligue a empleados, funcionarios, técnicos o profesionales a inducir a engaño a la población y para lograrlo no dudan incluso en recurrir a recompensas o chantajes que terminan hasta en la esterilización.
¿Por qué son lógicamente incorrectas?
No es cierto que la pobreza se combata con menos nacimientos. Con un razonamiento de ese tipo, la lógica exigiría que se preste menos atención a la salud de los ancianos y de los niños. Si hay menos ancianos y menos niños qué atender, los recursos disponibles serán mayores para los que sobreviven. Pareciera que el enemigo de la prosperidad fuera la propia vida humana con la que el controlismo quisiera acabar.
Si fuera cierto que el mayor número de personas pone en peligro el bienestar de la población, lo que supone que asumimos que nosotros, como seres humanos, somos esencialmente malos y negativos frente a nuestros semejantes, si ello fuera cierto, la lógica exigiría que nos preguntáramos en nombre de quiénes es que se va a reducir la población. Esto es, a favor de quién o quiénes es que se discrimina entre unos y otros para la sobrevivencia de un grupo. La administración de la natalidad en nombre del Estado significa, en consecuencia, que hay un sector de la población al que se ha sentenciado como un peligro para un grupo, el grupo que está llamado a sobrevivir.
Como el propósito es acabar con la pobreza y los más pobres son los que más hijos tienen y, por tanto, los que se espera que tengan menos hijos para que “su bienestar” mejore, debe deducirse que la selección opera en contra de ellos, y a favor de quienes no lo son. ¡Qué fácil, simplista e infame manera de deshacerse de los pobres! ¿No sería ésta una forma sutil de practicar el genocidio? Sólo que en este caso la especie subhumana es la de los pobres. ¡La especie en cuyo nombre precisamente se dice proceder altruista, paternal e hipócritamente! En buena cuenta, el argumento del gobierno es un argumento falaz y lógicamente insubsistente.
¿Por qué son empíricamente falsas?
El gobierno no puede sostener que la mayor cantidad de hijos sea causa de la pobreza ni de las familias ni del país. El hecho de que las familias pobres tengan comparativamente más hijos, no constituye una relación causal. Esas familias ya eran pobres antes de tener varios hijos y no dejarán de serlo por tener dos o tres hijos menos.
Adicionalmente, la pobreza extrema y más crítica en el Perú se concentra en el área rural. Este grupo de peruanos equivale al 35 por ciento de la población, y vive en la Sierra. Precisamente la misma región en la que los niveles de analfabetismo son más altos y los de educación formal son más bajos.
Aproximadamente hasta los 6 o 7 años de edad es que los niños de zonas rurales son solo un costo para sus padres. Pero a partir de esa edad, por el contrario, representan una fuente de trabajo y de mayor bienestar, porque se integran a la producción y ayudan en la economía familiar. Sin embargo, los esfuerzos mayores de la política poblacional del gobierno se realizan precisamente en zonas rurales. Las zonas que mayor beneficio relativo tienen procreando hijos.
Por último, lo que las cifras y estudios en los que dice encontrar sustento adecuado el gobierno no llegan a evaluar, es el tremendo y positivo impacto que tiene una población joven, en vez de una población con edades medias relativamente más viejas. Una población joven es, a la vez, una garantía de creatividad, de alegría, de renovación, de sostenimiento de las personas ancianas, y por tanto de funcionamiento de los seguros sociales y de vitalidad. ¿Cabe dudar acaso del fenómeno empresarialmente sorprendente que ha sido la prosperidad de los migrantes en Lima? ¿Por qué sólo se ve la proporción de efectos negativos que ha significado la nueva identidad de Lima, y se olvida o niega la mayor prosperidad real que ha logrado en base a su trabajo, su esfuerzo, y su voluntad de salir delante de los provincianos que hoy son mayoría en Lima?
Son tres los frentes desde los que puede procurarse la disminución de la pobreza : la educación de la gente; la mayor solidaridad y justicia de quienes mejor posición económica tienen; y, la distribución a través de la recaudación fiscal o de proyectos asistenciales del Estado. De los tres el último es un medio circunstancial y excepcional, aunque reconocidamente indispensable en el mundo actual, para aliviarla. Los dos primeros son insustituibles: menos pobres son quienes mayor educación y habilidad tienen para crear y administrar riqueza, y hay menos pobreza en la medida en que cada quien se solidariza con la necesidad de los semejantes y es justo y practica la virtud en su relación con el prójimo.
La pobreza disminuye en la medida en que el pobre sabe cómo tomar mejores decisiones económicas y cómo usar las oportunidades y sus ventajas competitivas en el mercado. Y el rico alivia la condición del pobre cuando se solidariza y es justo. La ausencia de solidaridad y de justicia de quienes con menos sensibilidad tratan a quien emplean, es una causa de primer orden de la pobreza de la gente.
Una adecuada intervención estatal es útil para mejorar la equidad. Por eso le corresponde desarrollar planes para aliviar la pobreza crítica. Es su obligación. Pero parte de ese plan social supone mejorar la educación moral, cultural, técnica y económica de la comunidad. Al Estado no le corresponde persuadir, inducir, convencer ni fomentar que la población tenga más o menos hijos. Con cuánta mayor razón si el mayor número de hijos no es una causa de la pobreza. Por el contrario, en muchos casos el mayor número de hijos es más bien un medio de salir de la pobreza.
Es error del gobierno afirmar que la pobreza es causada por la mayor fecundidad de las familias. No sólo no hay evidencia que lo demuestre, hay evidencia de lo contrario. Tampoco hay evidencia de que el aumento de la población significa el agotamiento de los recursos disponibles. Esta es una forma de confundir y de eludir el problema. Economistas de talla mundial lo han demostrado ya hasta la saciedad. A quien se sonría irónicamente al leer esta afirmación, lo invito cordialmente a ponerse al día, a interesarse por sí mismos y a salir de su desconocimiento y de las falsedades que otros le han trasmitido durante años. Bastaría con leer algunos de los escritos que sobre la materia son autores reconocidos economistas, como Julian Simon, Jackelyne Kasun, Peter Drucker, o los Premios Nobel Gary Becker, James Buchanam, Theodore W. Schultz, Federic Hayek.
Si hay algo de lo que disponga el Perú en abundancia es de un inmenso territorio; el Estado tiene como una de sus misiones construir carreteras y facilitar la comunicación y el comercio entre las gentes. A mejor transporte, mejor comercio. A mejor comercio, más alternativas entre las cuales escoger y más bienestar.
En vez de imaginar cómo se deben evitar los nacimientos, al gobierno le corresponde evaluar y programar cómo es que se va a facilitar el intercambio de bienes y servicios, cómo se va a usar mejor del espacio de nuestro territorio, cómo se va a informar mejor a la oferta y a la demanda sobre las posibilidades de empleos y salarios en el país.
Cuando se opta por negar las evidencias y se prefiere el camino más fácil, y sin sustento, de desalentar la procreación se confirma la inmoralidad de una política gubernamental. Es inmoral afirmar como causa de los problemas la que no lo es. El sustento de la política poblacional del Estado parte de una mentira.
En síntesis, la causa de la pobreza es la falta de la debida información, la falta de preparación para satisfacer la demanda de empleo, la falta de solidaridad, la deficiente aplicación de los ingresos fiscales en programas sociales, y la insuficiente previsión fiscal de contingencias en materia de educación, salud, alimentación, transportes y vivienda. La procreación y fertilidad de nuestra población no es un problema. Al contrario, es la gran esperanza en el futuro que tenemos.