(2003)

Rafael Rey Rey

La Izquierda mal reciclada del Perú no ha podido dar un paseo triunfal, como pensaba, a propósito de la CVR, porque el pueblo peruano ha repudiado sus mentiras, omisiones y manipulaciones.

El congresista Javier Diez Canseco sueña con ser candidato a la presidencia de la República el 2006, y por eso ha tomado como instrumento para levantar su alicaída imagen de supérstite del marxismo clásico a la CVR y su desafortunado informe final. Se presenta como el candidato de la verdadera revolución en el Perú y como sabe que no puede pedir que se pongan urnas en las cárceles, para que los sentenciados voten por él, quiere devolverlos a la calle.

Lamentablemente para él, se ha equivocado de instrumento, porque la CVR está desprestigiada, y lo estará más en el futuro, en la medida que la ciudadanía tome mayor conciencia del engaño que ha pretendido vendernos.

Hasta Carlos Tapia refuta las apologías que Javier Diez Canseco hace en sus artículos en “La República”, afirmando que en 1970 Abimael Guzmán era un catedrático inocente de toda violencia armada. El propio Tapia afirma en su libro “Las FFAA y Sendero Luminoso” que ya en 1965 Abimael Guzmán era miembro de la Internacional Comunista, ideólogo del marxismo peruano y propugnaba la lucha armada. Por cierto, Carlos Tapia, Carlos Iván Degregori y Alberto Morote eran colegas y seguidores de Guzmán y su ideología y con otros profesores de la U. de Huamanga, firmaron en 1970 un aviso pagado en un diario de Lima, solicitando, a nombre de los derechos humanos, la libertad de Guzmán, apresado por el gobierno militar.

Javier Diez Canseco representa todo lo que los electores no desean para el Perú: agitación que espanta a los inversionistas, estatismo que impide las privatizaciones y concesiones, confrontación que obstaculiza la convivencia pacífica, la praxis como verdad que manipula los hechos en beneficio propio.

Lo que busca Javier Diez Canseco, al hacerse apologista del desprestigiado documento de la CVR es un Perú violento, como la Colombia que ahora sufre la “guerrilla”, por no haberse pacificado a tiempo ese país. Como ha dicho el comandante en retiro Luis Enrique de la Jara, un valiente marino que fue herido por los terroristas en el pabellón azul de El Frontón, lo que quieren los comisionados es que los militares en actividad, por temor a ser acusados de homicidas, cuandodo estén en zona de emergencia, no salgan a patrullar. Y añade: “Hay gente que está haciendo terrorismo blanco y no entiende que esta guerra no ha terminado. El día que el país reviente espero ver en primera fila al señor Lerner y a su comisión, para que con sus lágrimas convenzan a los terroristas de dejar las armas”. Y a Javier Diez Canseco, al lado de Salomón Lerner.

No lo entiende así el presidente de Colombia, Álvaro Uribe Vélez, que afirmó al comienzo de su mandato que “en este gobierno no se le crearán paraísos a los terroristas”. Y que no se diga que eso atenta contra los derechos humanos, porque “esta política de Seguridad Democrática es una política de Derechos Humanos”.

Uribe sabe lo que dice: “Esta política es para defender a todos los colombianos, para defender al campesino, al empresario agrario, al industrial, al obrero, al líder gremial, al líder sindical. Esta política es para proteger a quienes, por ejemplo, son candidatos en todo el país a alcaldías, a gobernaciones, a asambleas y a concejos, en un momento en el cual la Patria se apresta a un nuevo certamen democrático. Esta política es Democrática para que sea sostenible. Su sostenibilidad depende de su eficacia y de su trasparencia. Si esta política la hacemos con transparencia, con buena fe, con patriotismo, la opinión pública siempre nos acompañará, no obstante la voces que tratan de desorientarla”.

No cito otras declaraciones de Uribe, del 9 de setiembre, sobre las ONG defensoras de los derechos humanos, declaraciones que deberían leer Javier Diez Canseco, Carlos Tapia y Salomón Lerner, y que ningún diario limeño ha reproducido, porque no quiero humillar a estos señores que, como personas merecen pleno respeto, pero lo que dicen y hacen reclama refutación y desmentido, porque distorsiona la verdad de los hechos.
La izquierda mal reciclada del Perú es insignificante y carece de panorama universal, para darse cuenta de que la lucha de clases fue un fenómeno trágico del siglo XX, y que a los ciudadanos responsables toca acabar con sus últimos estertores, para facilitar el camino del desarrollo del Perú y de Sudamérica.