(2003)

Rafael Rey Rey

Hay analistas de izquierda reciclada que dan por inexplicable el resultado de las encuestas, cuando sus valores o quienes los encarnan no están en primer lugar. Solamente sería explicable que ellos y lo que sostienen esté a la cabeza de la preferencia popular. Pero no es así. Al margen de la labor mediática de los medios de comunicación, en contra del discurso en boga de la clase política, e independientemente de la consigna internacional proveniente de las ONG del primer mundo, el habitante peruano tiene sus propios razonamientos, su lógica natural, su explicación clara a sus preferencias políticas.

Así, el liderazgo de Alberto Fujimori como el mejor presidente de los últimos años (38 %) que le dio CPI a finales de agosto, y como el personaje de la política nacional con el que más simpatiza el pueblo peruano (9.3%) parece responder a una reacción contraria a la campaña contra él, puesto que recuerdan las obras que hizo por todo el país, independientemente del escándalo de corrupción que provocó su caída. Los analistas de izquierda reciclada, por el contrario, juzgan inacababa la campaña contra él, para denigrarlo ante la opinión pública, con el fin de que pierda ese liderazgo que todavía le queda.

En este clima adverso a la política vigente, el Apra se consuela con una encuesta de IMACE en la que Alan García sale primero en intención de voto, con un 39% frente a Valentín Paniagua, con un 17% y Lourdes Flores con 13%. Es decir, para que García lidere la intención de voto es necesario que en la lista de postulantes a la presidencia, que se presenta al público encuestado, no figure Alberto Fujimori, como en efecto, no figura en dicha lista, puesto que está inhabilitado para postular por diez años, independientemente de las denuncias y acusaciones que recibe.

Un análisis objetivo y desapasionado de estos sucesos, libre de simpatías o antipatías personales, nos lleva a una conclusión estadística: la ciudadanía aprueba y sigue a personajes y a conceptos tipificados como de centro derecha, por encima de aquellos otros tipificados como de centro izquierda, reciclados y no reciclados. Solamente la ausencia de acciones o la división de personas de centro derecha permite la presencia protagónica de centro izquierda.

Concretamente, los seguidores de Alberto Fujimori, Lourdes Flores, Luis Castañeda, Alberto Andrade, Beatriz Merino, Alejandro Toledo, Alex Kouri y Fernando Olivera suman 27.9% en la encuesta de CPI, mientras que los seguidores de Alan García, Anel Townsend y Javier Diez Canseco suman 14.5%. Claro que son paquetes difíciles de armar, ya que la peor lucha se produce, precisamente, dentro del centro derecha, de una parte, y dentro del centro izquierda, de otra, dispersándose el voto, con el consecuente desprestigio de unos y otros, y el mayor desencanto de la ciudadanía de la clase política.

Sin embargo, la gente sigue diciendo que el próximo presidente de la República será Alan García. ¿Por qué? Porque los apristas, que representan a la social democracia, son disciplinados. Mientras que las dispares fuerzas de centro derecha no lo son, y juntarlos es más difícil que arrear sapos. Sin embargo, está claro por la campaña presidencial última y por el éxito de su elección como presidenta del PPC, que Lourdes Flores Nano, y no otros líderes inadecuados (aunque sean más ambiciosos), incluidos aquellos que ni siquiera salen entre los doce líderes más populares de la política nacional, es la candidata nacional natural para representar ese amplio sector del electorado, con amplias posibilidades de victoria.

En cambio, como reconoció en privado ante su amigo, el ministro de Educación de Chile, hace poco, con motivo suya de una visita a Lima, Alejandro Toledo, con su 11% de popularidad, no solamente no piensa, porque no puede pensar, en un futuro político exitoso para él, sino que debe olvidarse inclusive de Perú Posible, como partido capaz de competir en las elecciones generales del 2006, ni con Luis Solari, ni con Carlos Bruce, ni con cualquier otro dirigente o militante, porque terminaría en el mayor de los ridículos. Su fuerza política indecisa, hoy de derecha, mañana de izquierda, y así sucesivamente, le coloca en el limbo político.