(2003)

Rafael Rey Rey

En una entrevista de hace unos años, el historiador José Agustín de la Puente recordaba: “El problema del Perú es la educación y por eso es preciso formar al hombre antes que al técnico y al profesional. Ahora bien, la formación supone la primacía de los valores del espíritu: una conjunción en la cual se atiendan las múltiples dimensiones de la conducta humana; supone la línea histórica que nos indica de dónde venimos, cuál es nuestro espíritu y cuales nuestras raíces; la dimensión ética y religiosa, que nos explica el origen de la vida y del destino trascendente de la persona; la dimensión cultural; la dimensión vinculada con la salud y con el deporte. Es hombre culto el que tiene jerarquía de valores, finura humana, sentido solidario de la vida, voluntad de servicio y primacía de lo espiritual. La instrucción es la transmisión de conocimientos en todos los órdenes de la vida, en las diversas materias. La educación, en cambio, apunta a formar a la persona, transmitirle valores y darles una jerarquía; a fortalecer el respeto y el cariño a Dios, a la idea de justicia, al respeto que merece la persona, la familia y la cultura. Un hombre con poca instrucción puede ser culto y al revés, un hombre muy instruido puede ser egoísta y violento. La cultura es un ingrediente esencial. Pienso que ese es el gran tema del Perú de la hora presente. Tenemos que fortalecer la educación”.

Para que la juventud peruana reciba un mensaje de valores, no hay otro modo que educar en el contexto de la libertad, camino único para la búsqueda y el encuentro con la verdad en todas sus facetas: natural, científica, filosófica, humanística, religiosa. La educación en libertad supone el máximo de oportunidades posibles para los alumnos y para las escuelas, porque no se sujeta a corsé de ningún tipo, sino que abre las puertas de la formación a todo modo de creatividad positiva y edificante.

Desde que me inicié como parlamentario –primero diputado, ahora congresista- no he dejado, en los doce años que llevo en este oficio, de preocuparme por la legislación encaminada a la búsqueda de la excelencia de la educación peruana, en un clima de libertad. He sido presidente de la Comisión de Educación. En esa instancia, preparamos un proyecto de ley. Hicimos otro tanto con un proyecto de ley del deporte. Hemos discutido el tema muchas veces. Hemos escuchado a unos y otros, con auténtico deseo de enriquecer nuestras propuestas. Hemos leído con interés las propuestas de los distintos grupos políticos. Pienso que se pueden mejorar muchos aspectos en la legislación educativa vigente porque la experiencia de las dos últimas décadas ha sido altamente aleccionadora en lo que se refiere a preferir la libertad que los controles.

Gracias a Dios no han prosperado diversos proyectos estatistas, populistas y controlistas, surgidos aquí y allá. Tampoco han prosperado, lamentablemente, los aportes de mejora venidos desde el punto de vista de la libertad de enseñanza. Ello ha conducido a que el 85% de la educación básica peruana esté en manos del Estado, porque la iniciativa privada se asfixia con los reglamentos, controles y peligros de corrupción administrativa que el rutinario y obsoleto sistema vigente lleva inevitablemente consigo.

Desgraciadamente, la insistencia de vincular estatismo con gratuidad ha confundido al pueblo y también al poder legislativo. En muchos países, hoy, gratuidad, igualdad de oportunidades, promoción de los talentos sin recursos económicos, etc. son conceptos que no están hipotecados al manejo estatal, sino a la promoción gubernativa de la educación en general, estatal y privada.

Pienso que no debemos ahora adentrarnos a una labor de preparar tal o cual proyecto de ley educativa, universitaria, deportiva, etc. sin antes comprender por donde va el mundo en lo que se refiere a calidad de la formación, a la pluralidad de formas, a la maximización de los recursos económicos, etc. en el campo de la educación.

Hay que tomar las experiencias mundiales en este sentido. Una vez que comprendamos la necesidad de modernización de esta fundamental misión y responsabilidad de la sociedad y, subsidiariamente, del Estado, podremos brindar a los estudiantes escolares y universitarios peruanos una fórmula real, práctica, equitativa, en la que los que pueden paguen la educación de sus hijos con ciertos beneficios tributarios y los que no pueden tengan no solamente gratuidad sino calidad de enseñanza, con el derecho a compartir las mismas aulas con los que sí tienen recursos, y un subsidio suficiente del Estado para no quedarse rezagados en la competitividad a la hora de ingresar al mundo del trabajo.