(2007)

Rafael Rey Rey

Escribo este artículo como ex alumno de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP) y como católico. He leído recientemente el testamento de ese peruano insigne que fue don José de la Riva Agüero y jurídicamente está claro que se debe respetar su último deseo: la propiedad es de la PUCP, pero la administración de los bienes deben tener siempre el visto bueno de una “Junta de Administración perpetua e insustituible”. ¿Más claro? Ni el agua.

No está en entredicho la propiedad, que es de la PUCP. Por eso, están mintiendo quienes señalan que el Arzobispado de Lima está queriendo quitarle la propiedad. Lo que está en discusión es la administración, cuya Junta debe estar integrada por el Rector de la PUCP y un representante del Arzobispado, de acuerdo a la cláusula décimo sétima del testamento.

Mienten también quienes aseveran que el Arzobispado o el Opus Dei –que nada tiene que hacer en este asunto- pretenden inmiscuirse en la autonomía universitaria. ¿Por qué se utiliza una quimera para engañar a la gente?

Riva Agüero era un católico practicante y ferviente, y en mi opinión, al imponer la Junta, lo que quería era asegurar que sus bienes estuvieran destinados a la universidad, pero para servir a la doctrina cristiana, para servir a la Iglesia en el campo del saber y de la docencia.

En el año 2002, en una entrevista en Zenit al entonces cardenal Ratzinger, hoy Su Santidad Benedicto XVI, le preguntaron ¿Qué debe hacer una Universidad católica, portadora de la verdad de Cristo, para hacer presente la misión evangelizadora del cristianismo? El respondió: “es importante que en una Universidad católica no se aprenda sólo la preparación para una cierta profesión. Una Universidad es algo más que una escuela profesional, en la que aprendo física, sociología, química…. Es muy importante una buena formación profesional, pero si fuera sólo esto no sería más que un techo de escuelas profesionales diferentes”.

“Una Universidad tiene que tener como fundamento la construcción de una interpretación válida de la existencia humana. A la luz de este fundamento podemos ver el lugar que ocupan cada una de las ciencias, así como nuestra fe cristiana, que debe estar presente a un alto nivel intelectual.”

“Por este motivo, en la escuela católica tiene que darse una formación fundamental en las cuestiones de la fe y sobre todo un diálogo interdisciplinario entre profesores y estudiantes para que juntos puedan comprender la misión de un intelectual católico en nuestro mundo”.

Para nadie es un secreto que, en los últimos años, la PUCP ha dejado de crear intelectuales católicos y, en cambio, adoctrina alumnos con ideologías marxista y amorales, incompatibles con la doctrina católica. En este punto, a mí se me ha querido tergiversar las declaraciones. Lo que yo sostengo es que cualquier persona tiene derecho a presentarse a la universidad, sin importar el credo religioso o su posición política, pero sabe, o debe saber, que la formación moral y doctrinal religiosa que ahí se imparte habrá de ser cristiana y católica más cuando, la universidad es Pontificia como en este caso. Precisamente, Riva Agüero le donó sus bienes y estableció la Junta de Administración con la intención de asegurar ese espíritu cristiano y católico.

Me consta que a un catedrático de la Maestría de Derecho en la PUCP, las autoridades universitarias le ordenaron enseñar determinados autores, todos marxistas, y él adujo que para enseñar esos autores, por honradez intelectual, tenía que enseñar a otros para evitar una versión parcializada de las materias. Como le negaron es opción prefirió renunciar.

Una Universidad Pontificia es una clase de universidad católica bajo la autoridad de la Santa Sede, cuya máxima autoridad reside en el Papa y, por lo general, está localmente guiada por la autoridad del Obispo de la Diócesis.

Pero la PUCP no quiere ni lo uno ni lo otro. Quiere mantener los títulos de Católica y Pontificia, sin el deber ético y legal de respetar su sentido. Doble traición: a la Iglesia y a Riva Agüero.